Oh poderosísimo Jesús Nazareno de la Merced,
amantísimo Señor mío, Divino Redentor,
que por obedecer a tu Eterno Padre,
con amor, te ofreciste a llevar el madero
para ser en él crucificado y redimirnos de nuestras faltas,
por el inmenso sufrimiento que padeciste,
por los grandes dolores que sentiste,
te pido que me sanes de las heridas
que el pecado ha causado en mi alma
y concédeme tus divinas gracias y mercedes.
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